Recuerdo que desde niña siempre llevaba conmigo un cuaderno y un lápiz, los cuales fueron mis juguetes predilectos, mis fieles compañeros y los recuerdos más gratos de mi vida. Mi madre aun conserva mis primeras letras plasmadas en un amarillento cuaderno de línea, mi primeros discursos y muchos de los artículos que he llegado a escribir. Mi visión, por convicción y vocación, siempre tuvo un norte: el periodismo
miércoles, 21 de julio de 2010
A quien nos enseñó el sonido de las aves y las vocales
Hay personas que dejan huellas imborrables por donde pasan. Y en ella, esas huellas son una especie de recuerdo latente que mientras corre el tiempo, mayor es la remembranza para quienes tenemos la dicha de conocerle. Hoy nuestra fiel memoria nos indica que nuestra escuela sin ella, tendría otra historia. Sus lentos y firmes pasos recorrieron los pasillos de ese lugar, su entrega perenne nos enseñó el sonido de las aves y de las vocales, a tomar la tijera y a recortar, a amasar la plastilina y a moldear. Pero sobretodo, nos dio y sigue dando el abrazo certero, el consejo apropiado y la bendición llena de gracia que solo un ser como ella, sabe ofrecer.
María Antonia Morales, “la maestra Toña”, una mujer que dedicó más de tres décadas a ser parte de la vida de varias generaciones cuyo primer contacto con la educación, fueron las blancas manos y la mirada siempre tan espiritual de esta señora. Su llegada a este plantel, en 1976, marcó el inicio de una experiencia que tras los años ha cosechado grandes logros en su vida, algunos herméticamente guardados en su tranquila y reposada humanidad, otros reflejados en este recinto que hoy da gracias a Dios por tenerla entre sus más fieles trabajadoras.
De niña fue obediente, de joven bella y coqueta y de adulta la entrega hecha mujer: educó y cuidó a sobrinos y ahijados, a escolares y grandes, a maestros y viejos. En su salón se proyectaron las películas del albañil, agricultor, ingeniero, abogado, médico, periodista, enfermera, madre y docente, escenas que supo interpretar tan bien que cuando alguno de sus alumnos le contaba en su infancia qué quería ser de grande, ya ella rogaba a Dios porque tan inocente detalle fuera una adulta realidad. Y asi fue siempre. Asi sigue siendo. Ella ya no está físicamente en esta escuela porque su jubilación llegó, pero no con ella sus ganas de trabajar. Dejar este lugar le costó mucho, pero asi es la vida y debió cumplir con tal requisito. Hoy está dedicada a educar con su ejemplo en una loable labor: la catequesis.
Entrega a Dios
No se necesita tomar la decisión de ser religiosa consagrada para entregar su vida a Dios y, eso la “maestra Toña”, lo entiende muy bien. Desde que le conocemos sabemos cuan grande es su amor a Dios y su pasión por la oración. Reza el Santo Rosario con devoción y entrega, lee la palabra, conoce de novenas e historias de santos y a sus 72 años, recientemente cumplidos, mantiene ese espíritu vivo como la catequista del pueblo que la vio nacer. Muchos conocemos las oraciones, la vida de Jesús y las acciones del Espíritu Santo, gracias a la preparación que catequísticamente nos ha regalado. Su hogar ha sido bendecido con una especie de misterio desde donde se trasmite paz. Allí muchos vimos por primera vez, las historias bíblicas y religiosas televisadas o nos enteramos de cómo fueron las apariciones de la Virgen, hurgando entre tanto libros de su propiedad.
Aunque los años han hecho más lento su andar, su misión está bien definida y no ha dejado de dibujar esa línea sólida de creencias y espiritualidad. Nunca se le ha visto refutar o decaer, por el contrario, sigue alabando a Dios por cada hazaña o proeza, propia o ajena. Su entrega por el prójimo también es digno de un capítulo, pero que narraremos en otra oportunidad.
Muchos cuentan que su trabajo para con los niños fue tal, que aunque en el Ministerio de Educación aparece en el registro de rigor como Auxiliar de Preescolar, la realidad es otra: ella fue para muchos de nosotros maestra, amiga y madre. Nunca cedió pese a su tímida personalidad, a su modestia ante los reconocimientos y ante muchos de sus dolores de cabeza que a otros hubiese impedido cumplir con su labor.
La vida la ha premiado con una maravillosa familia que le ama y respeta: sus padres que desde el cielo le guían, sus hermanos con quienes tiene la dicha de compartir diariamente el regalo del amor, su cuñada y respetable maestra Eleine con quien ha compartido muchos momentos, unos sobrinos que velan por ella y muchísimos ahijados que, solicitan la bendición de quien es y será siempre la maestra de todos.
A usted, nuestro amor y respeto por esos años de entrega
Sus alumnos de siempre!
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